Palabras de Galeano en relación al concepto de arte abstracto.

Lo abstracto en el arte, la intención y los elementos plásticos

Estos elementos no se equivalen exactamente con los del lenguaje común. La línea no es el grafismo sino lo que invita a la mirada del observador a seguir un recorrido. El gesto plástico no es el movimiento corporal ingenuo sino el trazo gestual, que para no ser caótico, se desarrolla según la extensión y el ritmo de la expresión.
El elemento de la plástica es también diferente del elemento de la naturaleza, por lo que la mera transposición de lo natural a lo plástico queda en lo anecdótico.
El significado del término “arte abstracto” no deriva del sentido estricto de las palabras, ya que lo que se entiende como tal es fundamentalmente “el arte de lo abstracto” o mejor “lo abstracto del arte”, lo cual es también absurdo.
Pero esta posición temática no nos preocupa, ya que el término “Arte Abstracto” está plenamente avalado por el uso.
En el lenguaje plástico llamamos abstracto a los elementos no miméticos del signo plástico: la línea, la forma, el color, la proporción, el movimiento, el gesto, etc., del mismo modo como el sonido y los intervalos lo son para la música, o los números y los símbolos lo son para las matemáticas.
La plástica es un arte y no una imitación.
Arte abstracto es la expresión plástica basada en lo elemental.
En último término, sería la intención de elaborar una obra con sistema que emplee uno o varios de los “elementos” que constituyen el campo de la plástica. El término “campo de la plástica” es usado aquí en el mismo sentido en que se usa “campo de la ciencia” o sea lo atinente a las artes y que no es la estética que se aparta de lo bello y lo perfecto.
Lo elemental no es lo simple. La línea, el color, el movimiento, no es lo simple ni lo automático. Organizar un cuadro sólo con ellos tal vez sea lo más complejo de la pintura. Pintar con esos “elementos” es el arduo esfuerzo por traducir, en términos plásticos y a través de una obra, esa intención o proyecto: pintar con elementos.
Pintar con elementos y hacer con ellos un cuadro, es pasar de la preocupación por la representación particular del objeto o de su figura, a una preocupación por la forma, que libere a ésta de la condena de ser siempre depositaria de la figura.
Pintar no es “poner” elementos, ya que con ello se obtendría una figura aditiva y por ende fragmentaria, carente de estructura general. Delaunay señalaba la necesidad de que el color se percibiera en base a su contraste con otro color y que lo percibido fuera la simultaneidad. Kupka (citado por Lambert) quería significar lo mismo cuando se refirió a la “Primavera de los colores”.
No hay límite fácilmente comprensible que diferencie lo abstracto en el arte, del arte abstracto y del arte no abstracto.
Desde ya adelantamos que comúnmente se llama “Arte Abstracto” al movimiento plástico iniciado en 1910 por Kandinsky. A este movimiento le dedicaremos un capítulo aparte.
La mayor dificultad para diferenciar la pintura abstracta de la pintura no abstracta, estriba en la confusión que crean las tendencias post-impresionistas –con su subsecuente reacción a lo figurativo- y la oposición a la representación de las cosas tal como se presentan a la percepción natural o ingenua.

A propósito de su libro Arte Abstracto, transcribimos un comentario realizado por el periodista Gabriel Araceli sobre el mismo,
en la sección “Libros y Autores” del Diario El Día, el 13 de setiembre de 1980.
Reflexiones Sobre el Arte Abstracto.
ARTE ABSTRACTO de Jorge Galeano Muñoz, Montevideo 1979 (97 páginas).
Quien enjuicie este libro habrá de ser crítico de arte o docto en estética. Habrá de poseer cultura artística dilatada, adiestramiento sensorial ante la tela o la escultura, memoria para las tradiciones estilísticas. Habrá de dominar el desarrollo histórico de las diversas escuelas y la formulación del pensamiento estético expresivo asistido por una sensibilidad alerta, una inteligencia rigurosa y una rara pasión por el ritmo verbal y por la exactitud de las ideas.
¿Un ser imposible? ¿Alguien que aún no ha nacido? Tal vez sea así, o tal vez ya ha nacido, y ya está entre los suyos, y los suyos no le han reconocido todavía. Mientras el punto se discute, y aguardamos el criterio necesario, habremos de resignarnos a la humilde arrogancia de la reseña informativa. Sobrelleva todos los riesgos imaginables, pero es capaz de justicia: fomentar la difusión del libro que merece atención pública. Y “Arte Abstracto”, de Jorge Galeano, es ese libro.
Ya señalamos, en otras notas, la infrecuencia del ensayo en nuestro medio, y en estos tiempos. Más infrecuente aún ha de ser el ensayo estético, la obra meditada que examine los problemas del arte contemporáneo con alcance universal. De poco valdría recordar ejemplos ilustres: Torres García o Pedro Figari son de otro tiempo. En el hoy estricto, el libro de Galeano (quien es conocido por su trayectoria en el campo de las disciplinas psicológicas) puede inscribirse sin escándalo en ese rubro generoso y flexible del ensayo.
Ilustrados por 57 fotografías de Carlos Domínguez, acompañados por una bibliografía en la cual figuran 32 títulos (no faltan para tranquilidad de los nostálgicos, Aristóteles, Pascal o Hegel) los diez capítulos representan –más allá de su infrecuencia- un verdadero esfuerzo. En primer término, esfuerzo de justificación: “escribir sobre Arte Abstracto”, indica Galeano, “pude parecer algo superfluo, un arabesco de la inteligencia en un mundo que se agita por otras cosas”. No obstante, la sola existencia del arte abstracto ya indica que “está comprendido en la peripecia del hombre e inscripto en la historia de la sociedad en que vive”. Sin alterar el curso investigador de su tarea, y sin descuidar la especulación en torno al concepto mismo de arte abstracto, Galeano considera –con oportuno equilibrio- los lazos entre arte y sociedad, entre los rasgos de la época y la fisionomía de las manifestaciones artísticas.
En segundo término, esfuerzo en procura de una definición. ¿Qué es el arte abstracto?: todo el ensayo de Galeano se desarrolla a partir de esa pregunta implícita. El esfuerzo adquiere el carácter de una sistematización, de un ordenamiento, y de una conclusión. Con independencia de los resultados, es siempre admirable observar a los hombres empeñados por esclarecer realidades y por forjar o descubrir –dos formas, al fin, de la creación intelectiva- los conceptos y las teorías, Galeano admite la dificultad de ese intento. Pero dificultad no quiere decir imposibilidad o parálisis. El texto se inicia con la delimitación de arte abstracto, capitulo en el cual lo abstracto en el arte se revela como referido a la intención del artista y a los elementos plásticos, sin oponerse a la realidad de la naturaleza ni a lo figurativo. Las alteraciones de la figura, expresa Galeano, no son abstracciones por si mismas; la pintura simbólica e imaginaria, tampoco. El capítulo segundo enfrenta el problema de la definición. Allí Galeano establece tres puntos básicos: a) “el Arte Abstracto es la intención de privilegiar los “elementos” del campo de la plástica”; b) “el Arte Abstracto es una relación, tensionada o libre, de los elementos plásticos”; c) “el Arte Abstracto es la búsqueda intencionada de una estructura”.
Los restantes capítulos examinan los conceptos de materia, figura y figuración, consideran el arte abstracto propiamente dicho el arte primitivo e infantil, las etapas del arte abstracto, las constancias plásticas, las nociones de composición, construcción y estructura. El último capítulo declara que el arte abstracto no es una culminación ni el objetivo de todos los artistas, ni lo que por si mismo califique sus obras en buenas o malas, actuales u obsoletas. Eso si, la postura abstracta supone un esfuerzo teórico importante e ineludible apartado de la “inspiración ingenua” o de la “espontaneidad creativa”.
Concluye el libro con un resumen de lo expuesto, cuyo análisis minucioso y demorado bastaría tal vez para mostrar la jerarquía de todo el trabajo, Galeano analiza los problemas del arte contemporáneo, su terminología, sus caracteres y sus vínculos con la sociedad y el hombre actual. Pero nada impediría analizar el estilo ensayístico de Galeano. Yo recomendaría ese brevísimo texto de cinco puntos que oficia de resumen. Entonces se vería que el autor no ha dejado nada librado a la improvisación, que la construcción sintáctica de estructuras similares o paralelísticas indica una seguridad discursiva aliada a una “voluntad de forma” permanente; que el empleo anafórico de las definiciones alude a una organización íntima del pensamiento que busca –y encuentra- la fórmula de una destilación; y que al parecer de la lectura surge –en libros de esta índole- gracias al movimiento mismo del pensamiento a esa ideación que se desenvuelve ante nosotros como un juego de encadenamientos, demostraciones y correspondencias.
No ignoro la ilicitud de estas observaciones, pero nadie las confundirá con el pronunciamiento o el juicio de aquel crítico que esbozamos líneas arriba, o simplemente, de los críticos de arte admitidos como tales. Son, apenas, las impresiones primeras de un lector entusiasta. Frente a la existencia del libro, ese lector comprende que su deber no es emitir juicios, sino quebrar y reducir el silencio.

Gabriel Araceli